Hoy finalmente presentamos la publicación completa de «Ciudades versus multinacionales» (disponible para descarga en .pdf), coeditada por Corporate Europe Observatory (Bruselas), Observatori del Deute en la Globalització (Barcelona), Observatoire des multinationales (París) y Transnational Institute (Amsterdam).
Artículo en El Salto: https://www.elsaltodiario.com/ciudades-vs-multinacionales/ceo-odg-tni-libro-completo-post-covid
Desde la privatización del agua hasta Airbnb y Uber, pasando por la lucha contra la contaminación provocada por el diésel y el tráfico, hasta el fomento de una economía “relocalizada” que no suponga otro negocio para llenar los bolsillos de accionistas remotos. Esta publicación innovadora, facilitada por la Red Europea de Observatorios Corporativos (ENCO), ofrece una visión integral de la confrontación crítica entre ciudades –municipios progresistas y movimientos sociales– y el poder corporativo en toda Europa.
Nuestros planes para lanzar esta publicación fueron interrumpidos por la crisis del Covid-19, pero ha brindado una oportunidad de reflexionar sobre los desarrollos de las últimas semanas y meses, y cómo influyen en la idea central de la publicación: las ciudades se han convertido en un campo de batalla clave en la lucha entre la democracia y el poder corporativo. Gobiernos municipales han tenido que lidiar con las consecuencias de la austeridad, la privatización y un modelo económico destructivo, sin los recursos económicos y humanos para hacerlo. Las ciudades son cada vez más objetivo del capital financiero internacional, que invierte en patrimonio inmobiliario, turismo o servicios digitales, con crecientes impactos negativos para sus habitantes. Al mismo tiempo, sin embargo, grupos municipales progresistas y movimientos sociales urbanos están asumiendo el desafío del cambio social, la resiliencia económica y la justicia climática.
Este argumento central ha sido validado en gran medida por la crisis del Covid-19.
La importancia de los cuidados y los servicios a las personas, y de sus personas trabajadoras a menudo maltratadas, ha sido evidente durante el periodo de reclusión. En países como el Estado español, Francia y Bélgica, las residencias privadas y público-privadas de ancianos han sido foco del escándalo público por la mala gestión de la epidemia, lo que refuerza el caso presentado por Blanca Bayas en la publicación sobre la remunicipalización los servicios públicos de atención a las personas, que cuidan de la vida en las ciudades, basados en un modelo de colaboración público-comunitaria, explicado por Laia Forné.
El coronavirus ha golpeado más fuerte en los barrios más pobres; donde las condiciones de vida en minúsculos apartamentos no permitían el distanciamiento físico, y donde las personas trabajadoras han sido llamadas a atender las necesidades de todos durante el confinamiento (repartos, supermercados, servicios colectivos, cuidados y limpieza, etc.).
La crisis también ha expuesto los riesgos de una dependencia incontrolada del sector privado y de cadenas de suministro deslocalizadas y globalizadas para bienes, servicios y equipos esenciales; un modelo diseñado e impulsado por las multinacionales. La evidencia sugiere que la circulación del virus fue facilitada por algunos de los males de la globalización corporativa, como la deforestación masiva, la agricultura industrial y la contaminación del aire. De repente, el debate sobre la soberanía y la independencia adquiere más vigor, aunque corre el riesgo de traducirse en más concesiones a empresas privadas para asegurar suministros o comprar su lealtad, como estamos viendo con el sector farmacéutico. En “Ciudades versus multinacionales”, presentamos varios modelos interesantes para relocalizar la economía y construir riqueza comunitaria genuina, que beneficien tanto a las personas como al medio ambiente, como el ‘modelo Preston‘ en el Reino Unido, los sistemas de producción de alimentos liderados por municipios en Francia o el uso de la contratación pública por parte de muchas ciudades de Europa para fomentar los valores de la justicia social y climática.
Quizás lo más importante son las aspiraciones de cambio y la energía revelada por la crisis. En muchas ciudades, municipios, colectivos y ciudadanía han dado un paso adelante para proteger a las personas más vulnerables, inventar nuevas formas de solidaridad o crear sistemas locales de suministro, entre otros. El encierro ha demostrado que es posible otra forma de vivir y trabajar, otra economía que funcione para las personas y el planeta y no solo para las corporaciones. Grandes corporaciones minoristas y gigantes de venta en línea como Amazon, han tratado de sacar provecho de la crisis. Afortunadamente, la tendencia opuesta también ha sido cierta, con personas que apostaron por productores locales, comercio local, productores de alimentos orgánicos y al sector de la economía social y solidaria durante la crisis. Municipios y gobiernos han tomado medidas políticas hasta ahora inimaginables, como suspender los desahucios, proporcionar refugio a personas sin hogar o mujeres víctimas de violencia doméstica, apoyo directo a empresas locales y actividades culturales, cambio de normativas de transporte y movilidad, cultivo de alimentos para familias empobrecidas en parques públicos, entre muchos otros.
Después de la epidemia, muchos se preguntan sobre el futuro de las ciudades y si serán abandonadas por personas trabajadoras de alto nivel económico y capacidad de movilidad, en su temor a la promiscuidad social. El futuro de las ciudades dependerá de cuánto durarán en el tiempo estos esfuerzos. Al planear el «desconfinamiento», ciudades de toda Europa buscan crear más espacio para peatones, ciclistas, cafeterías y restaurantes y cerrar las calles al tráfico de coches, en un intento por apoyar la calidad de vida y la actividad económica local. Han aumentado su apoyo a empresas locales (lo que podría contradecir el mercado único y los regímenes de libre comercio favorecidos por la UE), o incluso se han comprometido a construir más vivienda social. En Catalunya, la Red de Economía Social y Solidaria XES (presentada en uno de los capítulos de nuestra publicación) ha desarrollado su propio ‘Plan de Acción de la Economía Social y Solidaria‘ para abordar las dificultades del sector con el Covid-19 y proponer medidas para cambiar políticas públicas y promover una nueva matriz de producción local. La crisis puede estar acelerando algunos de los cambios que ciudades progresistas llevan intentando introducir desde hace años.
No hay vuelta a la «Normalidad»
No es de extrañar que hoy, y según va remitiendo la crisis, gobiernos y actores empresariales traten de llevarnos de vuelta a «hacer negocio como de costumbre», enfocándose en la «reapertura» para inversores y turistas, e instándonos a volver a trabajar y consumir aún más que antes para evitar una crisis económica. Algunos incluso están utilizando la crisis para impulsar una agenda preexistente impulsada por corporaciones, como la «digitalización profunda» de la economía y del trabajo.
Nuestra publicación expone los impactos duraderos de la crisis financiera de 2008 y sus secuelas en Europa (principalmente la periferia). Una preocupación creciente es que no deberíamos repetir los mismos errores de nuevo: gasto público masivo para rescatar grandes empresas, y austeridad severa impuesta a las personas en forma de recortes en los servicios públicos y derechos sociales limitados, particularmente para los más vulnerables. Esta fue una de las causas directas del surgimiento de los municipios progresistas en Europa, como es el caso de las ‘ciudades de cambio’ españolas.
La crisis del Covid ha expuesto las graves consecuencias de las políticas fiscales post 2008 impuestas por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y los gobiernos europeos, y la necesidad de invertir en servicios públicos de calidad. La gravedad de la situación ha obligado, por primera vez, a aflojar la austeridad a nivel de la UE, incluidas algunas de las restricciones impuestas a las autoridades locales, que describe Yago Álvarez en nuestra publicación.
Las y los alcaldes de Ámsterdam, Barcelona, Milán y París, siguiendo un llamado similar al de los alcaldes de las ciudades más grandes del Estado español, han instado a los gobiernos europeos a «aprender de la crisis de 2008 y de su respuesta basada en la austeridad» y centrarse en la inversión pública: «Las acciones tomadas después de la crisis del coronavirus deben basarse en principios solidarios y de orientación social que ayuden a las personas, a los servicios públicos y a las empresas a recuperarse y fortalecerse”. En concreto, han pedido acceso directo a los fondos de recuperación de la UE. Las ciudades de Bratislava, Budapest, Praga y Varsovia, a las que se unieron 20 ciudades europeas, incluidas París y Barcelona, lanzaron un documento de posición conjunto a tal efecto durante la crisis. Si estos esfuerzos dan sus frutos, la crisis podría llevar a un reequilibrio de poder dentro de la Unión Europea a favor de las ciudades y de los grupos municipales, lo que podría aflojar el control presupuestario y las reglas del mercado diseñadas para favorecer a multinacionales.
La crisis ha liberado nuevas energías y ha abierto nuevas ventanas de oportunidad. Las nuevas políticas y modelos desarrollados en los últimos años por municipios progresistas y movimientos sociales urbanos en su confrontación con el poder corporativo son más relevantes que nunca e incluso podrían ganar tracción a mayor escala. Pero también sabemos que el poder corporativo y financiero buscará beneficiarse de la crisis y proteger su poder a toda costa, como lo hicieron hace diez años. La lucha entre ciudades y multinacionales continúa. Depende de todos nosotros asegurarnos de que termine con una democracia más profunda, servicios públicos sólidos y un sistema económico que garantice un futuro que ponga la vida en el centro.