La pandemia ha acelerado la llegada de un nuevo ciclo de crisis y con ello el despliegue del Pacto Verde Europeo, que coincide con la llegada de los históricos fondos Next Generation EU.
Analizando este contexto, el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) publica el libro «Pactos Verdes en tiempos de Pandemias. El futuro se disputa ahora», por el ingeniero e investigador Alfons Pérez, que analiza en profundidad estas políticas e instrumentos económicos y su intersección con elementos como el crecimiento verde, la digitalización, el extractivismo, el sobreendeudamiento (y nuevas medidas de austeridad) y salidas plausibles al tsunami económico, social y ecológico que se está gestando.
“Es la primera vez que las administraciones y los estados reconocen que la recuperación a una crisis debe ser verde”, explica Alfons Pérez.
La UE tiene sobre la mesa el objetivo para 2050 de ser climáticamente neutro y para ello ha impulsado, y aprobado, el Pacto Verde Europeo (PVE), también conocido como el European Green Deal; un plan integral de reformas para reorientar la economía europea hacia una transición verde. El PVE es el acuerdo ecológico más tangible hasta la fecha, pero presenta serios límites y riesgos, que ponen en duda su efectividad.
El PVE plantea la posibilidad de desacoplar crecimiento económico y producción del consumo energético y de materiales, generando menos residuos y emisiones. Es la receta del crecimiento verde, pero no tiene en cuenta la externalización de procesos industriales ni contabiliza el impacto de las importaciones. Caen las emisiones dentro de la UE pero fuera siguen impactando en el cambio climático.
“No esta demostrado que se pueda seguir creciendo y a su vez reducir el consumo de emisiones”, plantea Alfons Pérez.
Otro factor en juego son los fondos europeos Next Generation EU, que movilizarán 750.000 millones de euros en subvenciones y créditos, financiados mediante la emisión de deuda comunitaria. La ingente disponibilidad de dinero público está empujando un “consenso verde” entre instituciones como la OCDE, el FMI o la Comisión Europea, con el riesgo de que se canalicen millones a falsas soluciones como el hidrógeno verde y para hacer un lavado verde de grandes corporaciones mineras y petroleras.
Estos fondos también apuntan a una recuperación verde basada en la tecnología y la digitalización, que aumentará vertiginosamente la extracción de materiales críticos como el níquel, cobalto o litio, ignorando los severos impactos sociales y ambientales que se producirán en países como el Congo, Indonesia, Chile, Bolivia, Argentina, Zambia o Australia, entre otros.
Alfons señala que estamos ante «unos presupuestos astronómicos que son, quizás, en términos de inversión pública, la última oportunidad para acometer la transición económica y social necesaria para atender la emergencia climática».
El libro apunta en su cierre algunas claves que obvia el PVE; reconocer y respetar los límites biofísicos, construir una economía orientada a generar bienestar, poner en el centro los trabajos que cuidan la vida, la redistribución del trabajo y la disminución de jornadas laborales, o asumir que nuestra política de recuperación no puede ser a costa de otros territorios.