El mapa del estado del ODG en el terreno ecofeminista nos ayuda a trazar las líneas de trabajo para llegar a nuestros deseos de transformación
A partir del mes de junio las compañeras de la cooperativa l’Esberla iniciaron la diagnosis con una matriz diseñada de manera conjunta que nos guiara el camino (3 esferas, 13 ámbitos y 46 indicadores) y con la información que habían recogido en los meses anteriores a través de entrevistas, encuestas y grupos de discusión, para que fueran el punto inicial de reflexión.
Se utilizó la teoria del donut de Kate Raworth, adaptada por Adolfo Chautón, como metodologia para realizarla. El latido es la razón de ser que permite identificar la esencia del ODG como entidad, el terreno común establece cuáles son las bases que sustentan la entidad y el techo ecosocial, la conciencia y la relación de los impactos del ecosistema que nos rodea.
En el caso del latido, la diagnosis determinó que la identidad primaria y los valores hegemónicos del ODG se identifican con la esfera productiva (rigor, racionalidad, sacrificio y esfuerzo), mientras que la secundaria, con la esfera reproductiva (cuidados emocionales, poner límites al activismo y al trabajo, ruralidad, etc.). Este se nos presenta como uno de los retos para la transición ecofeminista, ya que está relacionado con los críticos fantasmas que existen dentro de la entidad y su mito fundacional.
El terreno común nos tiene que permitir poner las bases mínimas para adquirir conciencia sobre la reparación y la transformación ecosocial, los cuidados de las personas, el colectivo y la comunidad; y una composición, roles y tareas, estructura, sostenimiento y recursos que nos permiten caminar hacia la misión y visión que tenemos como entidad, incorporando los valores ecofeministas y decoloniales en nuestra comunicación y relato.
En esta esfera, la diagnosis identificava: equipo técnico paritario, pero poco diverso; estructura y modelo de gobernanza democrática y horizontal; mecanismos de conciliación con la vida personal, familiar y comunitaria amplios; algunas dificultades en el trabajo de conflictos, malestares y abusos de poder; falta de mecanismos calros y compartidos para la incorporación de voces y sabidurías locales y tradicionales; falta de criterios y política clara sobre las alianzas.
El techo ecosocial nos ha de permitir identificar impactos negativos (en el medio ambient y en el tejido social) y tomar las acciones necesarias para revertir esta situación. La diagnosis identifica: falta de trabajar y compartir la conciencia del impacto ecosocial a nivel individual; dificultad para imaginar mecanismos de reparación y promoción de la resiliencia del ecosistema y el territorio.
Los próximos pasos
Una vez concluida la diagnosis, las compañeras de la Esberla nos han hecho las siguientes sugerencias para implementar acciones y actividades que nos permitan transitar para ser una entidad más ecofeminista en un entorno urbano:
- Dedicar tiempo y espacio a reflexionar sobre el ecofeminismo y la decolonialidad para llevarlo del plan teórico a la práctica
- Trabajar en profundidad el equilibro entre las tareas y los tiempos productivos y reproductivos
- Definir y cuantificar en los puestos de trabajo las horas dedicadas a las tareas productivas y reproductivas e incorporar la actitud que han de tener las personas hacia los feminismos, ecologismos y la decolonialidad
- Continuar profundizando en las dinámicas invisibles mediante espacios periódicos emocionales que permitan aflorar la diversidad de voces y experiencia de roles
- Definir que espera el equipo técnico de la entidad y viceversa, poniendo en consonancia la coherencia política con la práctica que se trabaja
- Compartir y sostenir el impacto que sufre el mundo y la vida en la tierra entre todas y desplegar más amenudo la conexión integral con los proyectos que trabajamos para coger más conciencia y práctica ecofeminista