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Para vencer a la austeridad, Grecia debe romper con el euro.


Costas Lapavitsas, Profesor de Economía en SOAS University of London y Diputado de Syriza. Publicado en The Guardian.

El acuerdo firmado entre Grecia y la UE después de tres semanas de negociaciones animadas es un compromiso alcanzado bajo coacción económica. Su único mérito para Grecia es que ha mantenido el gobierno de Syriza vivo y capaz de luchar otro día. Ese día no está lejos. Grecia tendrá que negociar un acuerdo de financiación a largo plazo en junio, y tiene pagos de deuda sustanciales para julio y agosto. En los próximos cuatro meses el Gobierno tendrá que actuar en conjunto para negociar esos obstáculos y aplicar su programa radical. La izquierda europea tiene un interés en el éxito griego, si quiere hacer retroceder a las fuerzas de la austeridad que se están estrangulando continente.

En febrero, el equipo negociador griego cayó en una trampa de dos partes. El primero fue la dependencia de los bancos griegos con el Banco Central Europeo por la liquidez, sin la cual dejarían de funcionar. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, subió la presión endurciendo los términos de la provisión de liquidez. Preocupados por los acontecimientos, los depositantes retiraron fondos; hacia el final de las negociaciones los bancos griegos estaban perdiendo mil millones de euros de liquidez al día. El segundo fue la necesidad del Estado griego de financiar el servicio de las deudas y pagar salarios. Estando ya en curso las negociaciones, los fondos se fueron agotando. La UE, liderada por Alemania, cínicamente esperó hasta que la presión sobre los bancos griegos llegara a su punto culminante. Por la tarde del viernes 20 febrero el gobierno de Syriza tuvo que aceptar un acuerdo o se enfrentaría a condiciones financieras caóticas la semana siguiente, para las que no estaba preparado en absoluto.

El acuerdo resultante ha ampliado el contrato de préstamo, dando a Grecia cuatro meses de financiación garantizada, sujeta a revisión periódica por las «instituciones», es decir, la Comisión Europea, el BCE y el FMI. El país se vio obligado a declarar que cumplirá con todas las obligaciones frente a sus acreedores «plena y oportuna».

Además, tendrá como objetivo lograr superávit primarios «apropiados»; desistir de acciones unilaterales que «afecten negativamente los objetivos fiscales»; y llevar a cabo «reformas» que van en contra del compromiso de Syriza a bajar los impuestos, aumentar el salario mínimo, las revertir privatizaciones, y aliviar la crisis humanitaria.

En resumen, el gobierno de Syriza ha pagado un precio muy alto para seguir con vida. Las cosas se pondrán aún más difícil por el lamentable estado de la economía griega. El crecimiento en 2014 fue un mísero 0,7%, mientras que el PIB se contrajo en realidad durante el último trimestre. La producción industrial se redujo en un 3,8% más en diciembre, e incluso las ventas al por menor disminuyeron un 3,7%, a pesar de la Navidad. El indicador más preocupante, sin embargo, es la caída de los precios en un 2,8% en enero. Esta es una economía en una espiral deflacionaria con poco o ningún impulso restante. En este contexto, insistir en la austeridad y los saldos primarios es una locura vengativa.

Los próximos cuatro meses serán un período de constante lucha por Syriza. Hay pocas dudas de que el gobierno se enfrentará a grandes dificultades para pasar la revisión de abril realizada por las «instituciones» para lograr la liberación de los fondos tan necesarios. De hecho, tan grave es la situación fiscal que los acontecimientos podrían desarrollarse aún más rápido. Los ingresos tributarios se está derrumbando, en parte porque la economía está congelada y en parte porque la gente está reteniendo el pago esperando un alivio sobre la carga de impuestos extraordinaria de los últimos años. Los fondos públicos se verán sometidos a una presión considerable ya en marzo, cuando hay pagos de la deuda importantes por realizarse.

Pero aun suponiendo que el gobierno navegara con éxito estos estrechos, en junio Grecia tendrá que volver a entrar en negociaciones con la UE para conseguir un acuerdo de financiación a largo plazo. La trampa de febrero es todavía muy presente, y listo para ser activada de nuevo.

¿Qué debemos hacer, como Syriza, y cómo podría la izquierda en toda Europa ayudar? El paso más importante es darse cuenta de que la estrategia de la esperanza de lograr un cambio radical en el marco institucional de la moneda común ha llegado a su fin. La estrategia de prometer liberar al pueblo griego de la austeridad sin tener que soportar el salto fuera de la eurozona nos ha dado éxito electoral. Por desgracia, los acontecimientos han demostrado fuera de toda duda que esto es imposible, y es hora de que reconozcamos la realidad.

Para que Syriza pueda evitar el colapso o la rendición total, debemos ser verdaderamente radicales. Nuestra fuerza radica exclusivamente en el tremendo apoyo popular que todavía disfrutamos. El gobierno debe implementar rápidamente medidas para aliviar a los trabajadores de las tremendas presiones de los últimos años: prohibir las ejecuciones hipotecarias, condonar la deuda interna, volver a conectar a las familias a la red eléctrica, aumentar el salario mínimo, detener las privatizaciones. Este es el programa por el que fuimos elegidos. Las metas fiscales y la supervisión por parte de las «instituciones» deben tomar un asiento trasero en nuestros cálculos, si queremos mantener nuestro apoyo popular.

Al mismo tiempo, nuestro gobierno debe enfocar las negociaciones de junio con un marco mental muy diferente. La zona euro no puede ser reformada y no se convertirá en una unión monetaria «amigable» que apoya a la población trabajadora. Grecia debe traer una amplia gama de opciones a la mesa, y debe estar preparada para las medidas extraordinarias de liquidez en el conocimiento de que todas las eventualidades podrían gestionarse, si su gente está lista. Después de todo, la UE ya ha causado demasiados desastres en el país.

Syriza podría ganar auxilio de la izquierda europea, pero sólo si la izquierda se sacude sus propias ilusiones y comienza a proponer políticas sensatas que podrían por fin liberar a Europa del absurdo que la moneda común se ha convertido. En ese caso podría haber una posibilidad de levantar correctamente la austeridad en todo el continente. El tiempo es de hecho muy poco para todos nosotros.

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