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Los grandes desafíos del Estado español y la Eurozona


En Publico.es por Costas Lapavitsas -Profesor en SOAS, Universidad de Londres y director del RMF- y Sergi Cutillas –PACD, ODG y RMF-.

España se enfrenta a grandes desafíos en el futuro cercano en los ámbitos de su economía, sociedad y política. Es improbable que la economía crezca rápido dadas las políticas de austeridad y la liberalización en la Eurozona. Por otro lado, la sociedad previsiblemente será más desigual y tensa, ya que el desempleo sigue siendo alto y los ingresos de las familias siguen cayendo. La política, por su parte, ha entrado en un período de decadencia y malestar evidente. La monarquía ha perdido gran parte de su legitimidad, el gobernante Partido Popular está enfermo de corrupción, y el PSOE en la oposición se está desvaneciendo. En Catalunya hay fuertes demandas de independencia desde la izquierda, con el objetivo de conseguir un pacto social más justo tanto para Catalunya como para el resto de España. Nuevas plataformas políticas, como Podemos y Guanyem Barcelona, están ganando rápidamente la credibilidad que la vieja élite política ha malgastado.

Mucho de lo que vaya a pasar dependerá de cómo evolucione la economía en los próximos meses. En un reciente informe el FMI afirma que “España ha doblado la esquina”. Sin embargo, el estado de la economía española sigue siendo muy inestable. El desempleo está en un máximo histórico del 26%, e incluso superior al 50% para las personas de edades comprendidas entre 16 y 24 años, la carga total de la deuda es de cuatro veces y media el PIB del país. La cuenta corriente, que había mejorado desde el déficit de 10% en el inicio de la crisis al superávit del 1% en 2013, ha estado en números rojos en todos los meses en el 2014, ya que la recuperación del consumo interno ha provocado el aumento de las importaciones.

El informe del FMI también señala que el tipo de cambio real —que compara el precio de una cesta de productos en dos países distintos— de España ha mejorado en los últimos años debido a la caída de los salarios ―que permite bajar los precios― gracias al “compromiso de los empresarios con la destrucción de empleo”, según reza textualmente el informe. Sin embargo, ahora que el crecimiento español se ha recuperado y el desempleo ha dejado de aumentar tan rápido, el crecimiento de la productividad se ha reducido drásticamente. En consecuencia, el FMI señala la conclusión obvia de que si el desempleo disminuye de manera significativa, la competitividad empeorará otra vez. España está atrapada dentro de la zona euro y no puede devaluar su moneda, por lo que el FMI únicamente contempla que los salarios ―medidos en costes laborales unitarios― deberían caer un 15% más.

En los años previos a la crisis, la economía española creció muy rápidamente, pero fue fruto de una burbuja de precios de los bienes inmobiliarios que se alimentó del crédito barato y la mano de obra de los inmigrantes. Hay que destacar que, incluso durante los años de la burbuja, la productividad creciera muy lentamente, lo que indica la profunda debilidad subyacente del sector productivo español. Por esta razón en los próximos años es poco probable que el crecimiento económico sea fuerte. Las políticas de austeridad continuarán según lo dictado por el rígido marco de la Unión Monetaria Europea (UME) y la Unión Europea (UE). El crédito no va a crecer con fuerza, ya que los bancos españoles tienen balances débiles y hay una deuda pendiente muy severa en la economía. Por otra parte, las tendencias demográficas se han vuelto negativas, debido a que los jóvenes están emigrando y la población está envejeciendo.

La pertenencia a la UME es un condicionamiento contundente en las economías como la española y otras economías periféricas. La crisis de 2010-12 se ha pacificado con la aceptación de la austeridad como receta por parte de los países periféricos, lo que ha comportado gran desempleo, caídas severas en los ingresos y el ataque a los sistemas del bienestar. Por otra parte, la declaración del señor Draghi en el BCE de que va a “hacer lo que sea necesario” logró calmar temporalmente la especulación contra la deuda de los países periféricos. Sin embargo, la crisis de la zona euro no se ha resuelto correctamente, sino que espera latente el siguiente episodio. La causa fundamental de esta crisis fue la congelación de los salarios en Alemania durante la década de 2000, lo que dio a las empresas alemanas una tremenda ventaja competitiva. Durante la presente década, los costes laborales alemanes han ido en aumento, pero su evolución al alza sigue siendo bastante lenta y no es suficiente para restablecer el equilibrio de la competitividad. Diez años después, Francia e Italia son ahora los países que se enfrentan a una importante pérdida de competitividad con respecto a Alemania y pueden convertirse fácilmente en el epicentro de una nueva crisis. Por lo tanto, la crisis de la eurozona ha migrado al núcleo, una vez que la periferia fue forzada a aceptar la austeridad y la recesión.

Estos meses estamos asistiendo a las dificultades de Italia y Francia frente a esta coyuntura.  Alemania insiste en la aplicación de las políticas de austeridad en toda la Eurozona. Esto impone unas opciones a Italia y especialmente a Francia muy duras y que podrían significar el fin del proyecto euro. Si Francia sigue por el camino que ha seguido hasta hace poco ―dudando entre la austeridad y las tímidas políticas de estímulo―, su competitividad no mejorará lo suficientemente rápido con respecto a Alemania y su economía se irá quedando atrás poco a poco.  Pero si la competitividad francesa debe ser restaurada a través de las mismas drásticas políticas que en la periferia, lo cual parece que va a suceder, habrá una severa recesión en Francia. Los resultados que la mordaza del euro está provocando en Francia son susceptibles de ser catastróficos económica, social y políticamente, como se empieza a percibir con las estadísticas que muestran indicios de estancamiento económico, la caída de popularidad del presidente Hollande y la grave crisis del Gobierno del primer ministro Valls, que ha destituido a los ministros rebeldes que se oponían a las medidas de austeridad que él intenta imponer. La percepción negativa de la UE y de la UME en Francia va en aumento, y, a falta de un proyecto progresista sólido y decidido, la crispación es aprovechada por el partido xenófobo y de extrema derecha Front National de Marine Le Pen, que oponiéndose al euro y a la UE por razones equivocadas con un discurso demagogo, cargados de mentiras y odio, ya es tercera fuerza en los sondeos y sigue subiendo.

¿Qué debe hacer España en este contexto? Los desarrollos más prometedores se encuentran con las nuevas plataformas políticas que están emergiendo con fuerza. Pero no debemos engañarnos a nosotros mismos pensando que cambiar el rumbo del país va a ser fácil. Un Gobierno nuevo y transformador conllevaría serios desafíos y dilemas. En el corto plazo tendría que desarrollar una estrategia para reducir el desempleo, al mismo tiempo que impulsar la actividad económica en interés de la ciudadanía. España necesita fortalecer su capacidad productiva al tiempo que mejorar la productividad de manera sostenida a lo largo de muchos años. Las políticas que podrían alcanzar estos resultados también tendrían que tener en cuenta el efecto sobre las finanzas públicas, tratando de evitar los déficits insostenibles durante largos períodos de tiempo.

Dos pasos son de suma importancia en este sentido. El primero es hacer frente a la insostenibilidad de la deuda y la mejor manera de hacerlo es hacer una auditoría de la deuda pública con un proceso participativo y transparente, como sostiene Plataforma por la Auditoría Ciudadana de la Deuda. El objetivo sería condonar la deuda ilegítima, a la vez que se aplicaran controles de capitales para evitar las fugas de capitales. Es muy probable que también fuera necesaria la nacionalización de los bancos con problemas para evitar el colapso financiero y para generar crédito que apoyara a la economía. El segundo paso sería prepararse para la inevitable confrontación con los mecanismos conservadores de la UE. España debe también considerar seriamente salir de la UME, lo que haría más fácil mejorar la competitividad y fomentar el empleo. Salir del euro es ciertamente una estrategia superior a la devaluación interna, especialmente al no haber ningún plan realista en toda Europa para luchar contra el desempleo y la desigualdad social.

España podría convertir los desafíos a los que actualmente se enfrenta en oportunidades para avanzar hacia una sociedad más justa. Para esto, sin embargo, será fundamental contar con un plan político progresista sólido y radical que haga un llamamiento de toma de consciencia a las ciudadanas y ciudadanos y que debería ponerse en práctica cuando llegara el momento.

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