Política energética e hidrocarburos no convencionales en Marruecos


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Lucile Daumas es miembro fundadora de Attac Marruecos, y trabaja específicamente en temas de libre comercio, agricultura, energía, migración, mujeres y microcréditos. Ha publicado diversos artículos, como «El sector de la energía renovable en Marruecos: concentración en manos del sector privado», «¡Chaab yourid! (La Voluntad del Pueblo)» o «Cumbre UE/Marruecos: construir resistencias y alternativas comunes contra un proyecto de estirpe colonial». Todos accesibles y traducidos al castellano aquí.

 

En el informe «Las puertas abiertas al gran capital» se expone como grandes corporaciones petroleras están rastreando el planeta en busca de reservas desconocidas o de otras fuentes posibles de energía; energías renovables por un lado, que durante décadas no les interesaban, y energías extremas. Se amplían las fronteras extractivas hasta los territorios urbanos, campesinos, parques naturales supuestamente protegidos, pueblos y territorios autóctonos, violando o vulnerando sus derechos y saqueando la naturaleza.
América del Norte es un claro ejemplo de este saqueo y del desastre ambiental provocado, que empieza a encontrarse con fuertes resistencias, en particular entre sus pueblos originarios, con grandes movilizaciones como las Standing Rock, en Dakota, Estados Unidos. Estas mismas movilizaciones masivas en los países del Norte empujan a grandes corporaciones como Total, Chevron o BP a volcarse hacia los países del Sur. Es así, como las grandes corporaciones han encontrado en Marruecos un terreno de condiciones óptimas para sus inversiones. Marruecos importa la casi totalidad de sus fuentes de energía, por lo que está determinada a diversificar sus fuentes de recursos energéticos, tanto en energías renovables como en todo tipo de fuentes de energías fósiles no renovables como el carbón o el gas, incluso llegando a la energía nuclear.
¿Y qué papel tiene la población en todo eso? Ni que decir tiene que ni siquiera han sido consultadas. La gran mayoría de la población vive en situación de pobreza y marginación, no solo en lo económico y social, sino también en lo cultural y político. El nivel de analfabetismo alcanza 32% y es más acentuado todavía en el campo (47,7%) y entre las mujeres (41,9%). El país cuenta también, según las encuestas oficiales, con unos 4 millones de habitantes en situación de precariedad, que considera tanto los niveles de pobreza monetaria como la falta de acceso a los servicios públicos de base (pobreza multidimensional). El 85% de estas personas viven en el campo, donde la vida es muy dura. Ante esta situación estamos siendo testigos recientemente de una multiplicación de movimientos sociales por una vida digna, por el empleo, por unos servicios públicos gratuitos y de calidad, y contra los abusos del capital internacional extractivista.
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