La transición verde de Brasil más allá de la COP30


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En este artículo analizamos las políticas de transición verde del gobierno brasileño enfocándonos en la extracción de tierras raras y la producción de hidrógeno verde.

Brasil es un actor estratégico para la transición verde a escala global. Actualmente, produce el 92 % del niobio mundial (un mineral catalogado como fundamental por la UE) y se calcula que alberga en torno al 23 % de las reservas mundiales de tierras raras. Además, la elevada producción de energía renovable, que procede principalmente de las centrales hidroeléctricas, ha posicionado al país como potencial productor y exportador de hidrógeno verde y ha despertado el interés de la Unión Europea. El Gobierno brasileño también se ha mostrado favorable a los mercados de carbono como una oportunidad para obtener financiación, a pesar de la dudosa contribución efectiva a la reducción de las emisiones.

En la Convención de Río de 1992 se creó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que es el organismo que promueve la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático o Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés). Este año Brasil preside la COP30 y ha designado Belém do Pará para ser la ciudad anfitriona. Esta ciudad se encuentra en medio del Amazonas, uno de los territorios con más biodiversidad del planeta y que sufre el extractivismo y la deforestación desde hace siglos. El país —gobernado por Lula da Silva— quiere desmarcarse de las presidencias de las COP anteriores y demostrar su ambición climática sin renunciar a impulsar nuevos proyectos de extracción de petróleo en territorio brasileño. De hecho, hace poco ha solicitado adherirse a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+). Otro dato relevante es que, después de tres años celebrando las COP en países petroleros con regímenes autoritarios y muy restrictivos con la sociedad civil, este año la cumbre será en un país en el que se prevé una amplia movilización social.

En este artículo se analizan dos elementos centrales en las políticas de transición verde del Gobierno brasileño y los intereses extranjeros en el país: la minería de tierras raras y la producción de hidrógeno verde.

Las tierras raras están cada vez más presentes en la disputa geopolítica global porque son fundamentales para fabricar muchas tecnologías relacionadas con la transición verde, la digitalización y la industria militar. Se trata de diecisiete elementos de la tabla periódica que se agrupan bajo esta denominación por la similitud de sus propiedades magnéticas y conductivas. Al contrario de lo que pueda parecer, son bastantes abundantes. El atributo raras hace referencia a la dificultad de obtenerlas en estado puro, es decir, hacen falta complejos procesos químicos para separarlas. Empezaron a utilizarse de manera amplia para iluminar grandes zonas industriales, pero en la actualidad tienen muchos usos y las encontramos en la mayoría de las tecnologías que se emplean en el día a día. En pequeñas cantidades pueden producir resultados únicos cuando se unen a otros materiales e incluso pueden sustituir a minerales esenciales en la producción de algunas tecnologías. Por una parte, los dispositivos digitales como los móviles, los discos duros y los cables de fibra óptica necesitan tierras raras para funcionar. Por otra, también se usan en algunas de las tecnologías «verdes» como las turbinas eólicas, los vehículos eléctricos y determinados tipos de paneles solares. Sin embargo, también se emplean en la industria fósil para fabricar coches de combustión y refinar petróleo, así como en aparatos militares como drones, misiles y bombas inteligentes. En definitiva, se prevé que la demanda de estos minerales aumente exponencialmente en los próximos años. Por consiguiente su control es garantía de poder político y económico.

En el caso del hidrógeno, es un vector energético que se utiliza para diferentes procesos industriales, sobre todo en la refinación de petróleo y en la producción de fertilizantes químicos. La descarbonización de estos sectores pasa por sustituir el hidrógeno gris, que se emplea actualmente y se produce mediante gas fósil, por hidrógeno verde, que se obtiene separando los átomos de hidrógeno y de oxígeno de una molécula de agua con electricidad producida por energía renovable. Asimismo, hay que tener en cuenta que la industria fósil es una de las principales interesadas en el desarrollo del mercado del hidrógeno verde en el ámbito global, ya que permite mantener el actual modelo energético centralizado y basado en grandes proyectos promovidos por grandes empresas. Igualmente, la agroindustria podría seguir impulsando un modelo alimentario industrial a gran escala. Además, hay otros sectores industriales (como la siderurgia y la metalurgia) que también emplean hidrógeno en los procesos de fabricación y que se prevé que ganen peso en un contexto de transición energética basada en las tecnologías de energías renovables

 

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