La sociedad y economía españolas interfieren territorios y poblaciones en otras geografías. En lo energético, han sido organizadas en las últimas décadas de modo que su metabolismo energético se caracteriza por su profunda adicción a los combustibles fósiles y, dadas las características geofísicas del territorio, a una dependencia energética del exterior que roza el 90% del consumo total interno.
Las características metabólicas de la economía española junto a la fuerte influencia de sus transnacionales del sector energético, determinarán fuera de las fronteras una geopolítica española tan activa como estratégicamente silenciada. Los impulsores de dicha geopolítica son principalmente tres y se coordinan: se trata del Gobierno por un lado, del llamado “Oligopolio energético” por el otro, al que se les sumará la Comisión Europea, y en menor medida, algunas administraciones subestatales. Dicha geopolítica, configurada por una mezcla de intereses privados, estatales y públicos, comprenderá un espectro amplio de premisas, actuaciones e instrumentos cuya “sombra alargada” se cernirá sobre pueblos y biodiversidad en rincones alejados de nuestro mundo alimentando ciclos de sistemática vulneración de derechos humanos.
El informe «El Acaparamiento Energético del Estado español» desgrana cómo el modelo energético español afecta al desarrollo humano sostenible en el exterior utilizando la teoría de la anticooperación, según la cual grupos humanos, y también los países, interfieren negativamente sobre terceros grupos humanos, centrifugando a su población y degradando la naturaleza, en un sistema mundial globalizado.
Dichas interferencias se han vinculado al acaparamiento energético como desposesión por acumulación y pérdida de soberanía popular sobre los bienes propios y comunes. Es decir, el modelo energético podrá beneficiar a las partes contratantes, pero perjudica a terceros, a quienes viven cerca (incluso no tan cerca) de esos recursos naturales.
Autores:
David Llistar
Alfons Pérez