Ecologistas y algunos científicos críticos denuncian que el hidrógeno no puede ser una alternativa al petróleo porque tiene un alto coste de producción y de distribución
Los combustibles fósiles tienen los días contados. El agotamiento inminente de las reservas de petróleo es la crónica de una muerte anunciada. El 2014 empezó la desinversión, después de un baile de precios del barril de crudo, que lo llevó del máximo histórico a mínimos nunca vistos desde 1975. Centenares de empresas decidieron retirar sus acciones de los proyectos petroleros. “Invertir en crudo es ilógico. Las reservas se agotarán en dos años”, dijo el presidente de Repsol, Antoni Bufrau, en 2018. El pronóstico fue demasiado pesimista, pero no desencaminado: se espera que los coches de combustión sean historia en 2050, año que la Unión Europea marcó como fecha tope para que el 80% de la energía provenga de fuentes renovables.
“Europa tiene perfectamente identificado el problema. Sabe que se acerca una bajada importante en la producción de petróleo en los próximos cuatro años y tiene que encontrar desesperadamente una alternativa”, asegura el doctor en física e investigador del CSIC Antonio Turiel. El nombre de esta alternativa es el hidrógeno y se ha convertido en la preferida de Europa. Sus gobiernos y las grandes empresas quieren invertir millones, a través del fondo Next Generation EU, en la “descarbonización” de la economía. Así, compañías líderes de uno de los sectores más contaminantes del mundo quieren hacer su “transición verde” y apuestan por la creación de plantas de hidrógeno. Pero ¿es esta propuesta realmente sostenible y viable?
El hidrógeno, el elemento más abundante del planeta
El hidrógeno es, desde hace unos años, un elemento muy valorado especialmente por sectores que necesitan mucha energía para funcionar, como el de la movilidad y el transporte de mercancías, que ven en la producción de hidrógeno una solución para sus mercados. Una pila de hidrógeno, por ejemplo, tiene unas 100 veces más potencia que una eléctrica, motivo por el cual se plantea como el futuro para camiones, barcos o aviones, que deben hacer grandes trayectos sin posibilidad de repostar.
Pero, a pesar de ser la sustancia química más abundante del planeta, el hidrógeno no se encuentra solo en la naturaleza, siempre se encuentra mezclado con otros elementos conformando recursos como agua, gas o petróleo y, por lo tanto, para separarlo y usarlo, hay que aplicar diferentes procesos. Por sí mismo, pues, no es una fuente de energía: “Hay que usar otras fuentes de energía para obtenerlo y, cada vez que se hace esta transformación, una parte de la potencia se pierde en forma de calor”, explica Turiel, haciendo referencia a la segunda ley de la termodinámica. Hoy en día, el 99% del hidrógeno todavía se extrae del gas (hidrógeno azul) o del petróleo (hidrógeno gris), según datos de la consultora energética Wood Mackenzie, y ambos sueltan emisiones de CO₂.
La alternativa sería el llamado hidrógeno verde, que se obtiene exclusivamente de energías renovables. Si esta puede ser una opción, ¿por qué no se fabrica más? “Si no hay más hidrógeno verde, es porque es más caro“, dice Marcos Rupérez, ingeniero industrial especializado en tecnologías de hidrógeno. “Ahora el New Green Deal de la Unión Europea invierte en él, para bajar el precio”, añade. De hecho, una de las maneras más habituales de obtener hidrógeno verde es a través del agua, un recurso muy preciado que precisamente empezó a cotizar en Bolsa el pasado diciembre. (…)
Autora: Sandra Vicente
Publicat: 6 de mayo
Foto: Crític
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