Aunque desde Moncloa y la Unión Europea el coche eléctrico se presenta como la gran alternativa de movilidad en la llamada ‘Transición verde y energética’, perpetúa la geopolítica colonialista, supone una gran huella ecológica y acentuará las desigualdades sociales
Los automóviles de combustión tienen los días contados. El año 2035 es la fecha que ha marcado en rojo la Unión Europea (UE) para conseguir la “sostenibilidad” en el transporte. A partir de entonces, los coches nuevos deberán tener cero emisiones de dióxido de carbono. Dicho de otra manera, sólo podrán ser eléctricos o de pila de combustible de hidrógeno.
La Comisión Europea (CE) detalla que sus planes responden a la necesidad de una “transición hacia una movilidad más verde”. De hecho, la transición energética ya ocupa una posición determinante en la agenda política europea. Se estima que para el año 2030 la reducción de emisiones incrementará en un 50%. Una agenda que, lejos de querer cumplir únicamente objetivos para paliar la emergencia climática, responde a varias causas e intereses.
“El cambio climático nunca ha importado, no nos engañemos; la verdadera razón por la cual hablamos de transición energética es la escasez de petróleo”, afirma Antonio Turiel al otro lado del teléfono. Es científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), habla claro y contundente y no deja títere con cabeza a la hora de apuntar las causas y falacias de las políticas verdes. Lleva años alertando de ello en su blog The Oil Crash. Según explica, el peak oil o el ritmo máximo de producción de petróleo mundial se alcanzó en 2018, momento a partir del cual la oferta comenzará a caer por debajo de la demanda aumentando el precio. Prueba de ello, dice, es que las inversiones de las compañías petroleras en búsqueda de yacimientos se han reducido en un 60% en los últimos años, en el caso de Repsol hasta en un 90%. “Cada vez queda menos petróleo barato en el mundo, en los próximos años podemos tener una reducción de la producción drástica, que ya se está notando en la falta de abastecimiento y encarecimiento del plástico”, explica Turiel.
En este contexto, la transición energética impregna las decisiones políticas de las próximas décadas pretendiendo un proceso de sustitución de la energía fósil por alternativas renovables y “limpias”. Un momento histórico y clave en el ámbito económico, donde las oportunidades de inversión se multiplican. La llamada transición energética y ecológica es un caramelo para el capital en un momento de recesión y crisis sanitaria. “El Pacto Verde Europeo es la esperanza de Europa de tener un liderazgo global, siendo la primera en llevar a cabo unas reformas verdes que sirvan para reforzar su modelo económico”, explica Alfons Pérez, ingeniero técnico, investigador y activista del Observatori del Deute de la Globalització (ODG) en su estudio Pactos verdes en tiempos de pandemias. Es el objetivo de los fondos Next Generation; implantar tecnologías verdes y digitales mediante una gran inyección de dinero público. Fondos públicos recaudados a base de deuda y que deberán devolverse mediante reformas dictadas desde Bruselas durante los próximos años.
Dinero público para salvar la automoción
Entre otros proyectos que están por venir, el Gobierno español acaba de aprobar el llamado Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), con el fin de impulsar el coche eléctrico y conectado y cumplir así los requerimientos de Bruselas sobre las emisiones de carbono que también contempla la Ley de Cambio Climático. Se financiará con 4.300 millones de dinero público de los fondos europeos Next Generation durante los próximos dos años acompañado de una inversión privada de 19.700 millones de euros.
Autora: Leire Regadas
Publicado: 8 de agosto de 2021
Foto: Álvaro Minguito
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